Decidimos tomar rumbo a Bateig, y nos pusimos manos a la obra, intentando aclimatar los ojos a un ambiente para el que no han sido diseñados. Las luces no eran lo suficientemente potentes como para dar la seguridad de poder ir a la velocidad normal a la que solemos marchar. Fue cuando las luces de Mármoles Seryaca y el Puente nos dejaron, cuando nos dimos cuenta de lo cerrada que estaba la noche. Dejamos el camino del río y comenzamos a sentir la emoción típica que sientes cuando haces algo nuevo, algo a lo que no estas acostumbrado, pero te das cuenta de que estás disfrutando, estás con la burra, los colegas, a la fresca y.... completamente de noche. Decidimos, tras 9 km. de rodar, cenar en el camino de Bateig, que nos ofrece un paisaje totalmente abstracto, plagado de bloques de piedra a espera de ser recogidos y utilizados. Y aqui fue donde apagué sin darme cuenta el pulsómetro, teniendo luego en casa el siguiente perfil:

Pues bien, nos subimos a uno de ellos y desplegamos todo nuestro "potencial". Una opípara cena nos esperaba: bocatas, queso, salchichón catalán y la guinda: vino manchego potentorro que se encargaría de apaciguar el fresco de la madrugada. Y así, entre conversaciones, risas y fotos pasamos la cena casi sin darnos cuenta de que eran las 0:00. Recogimos y directos a afrontar la "perla" de la etapa: la senda'l Kalifa. Y es aqui donde vino el error, la equivocación que hizo que uno de nosotros acabara besando el suelo en una caída tonta. Una salida precipitada, fruto de la excitación del personal ante semejante bajada en plena noche, hizo que nuestro secre topara con una piedra que ni tan siquiera llegó a observar, haciéndole perder el control de su Yeti. Niko y yo éramos como dos luciérnagas que esperaban y observaban a la tercera allá en lo lejos, preguntándose porqué no venía. Resultado: unos rasguños en brazo y pierna izquierda. Comentarios sobre la prudencia y adelante. Abordamos la senda con más prudencia pero no por ello dejando de disfrutarla. Un pasote. Bajar y girarte observando dos luces detrás de ti y gritos de guerra es indescriptible. ¡Qué sensación!.

Finalmente, llegamos de nuevo al camino del río y volvimos por donde habíamos llegado, pero no sin una nueva sorpresa: el pinchazo, que hizo mella en nuestro secre nuevamente. El destino no le deparó una noche muy agraciada, aunque no obstante disfrutó tanto como el resto. Cambio de cámara en la entrada del pueblo ante la mirada escéptica de una pareja de maderillos, y vuelta a casa haciendo un poco de "free urbano", aprovechando que la gente "civilizada" duerme (probamos todas las aceras e incluso saltos en el Pasaje).
En definitiva, una velada alucinante que volveremos a repetir, eso sí, con luna llena y protecciones. De los errores se aprende. Riba Riba!!.

Imágenes de la "romántica velada" en brazos de Bateig: