Nada más iniciar la rotada, empezamos con subida, subida y más subida... Pasamos por el Molino La Reja, seguimos por la trialera que evita el monótono asfalto y cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos divisando el hotel de Catí. Todo gracias a que no paramos de hablar sobre los post que colocan y colocamos en el Foro MTB. Una paradita, Vicente llena su camelbak mientras yo me pongo un poco de crema protectora en los brazos y volvemos de nuevo a subir. El sol comienza a calentar pero, junto con el airecillo que sopla, hace agradable la ascensión. Hoy me encuentro bien, tengo ganas de subir y parece que las fuerzas sobran por todos los lados. Bien, perfecto. Coronamos la cima y al girar por una vía pecuaria (aprendí lo que era ese mismo día gracias a mun cosí), nos encontramos con una furgoneta y un grupo de bikers. De pronto, de entre el grupo de gente, escucho: ¡Coño, José!. Me acerco a ellos y veo a David, con su nueva adquisición, una Commençal blanca guapísima. Son la penya "Nasíos pa bajaar". Le pregunto por Niko y me dice que está en el hospital porque han operado a su madre. Vaya... Que no sea nada. Le comento que por dónde van a bajar y me dice: ...Por ahi... Mientras señala el margen del camino. Me asomo y alucino... Tan sólo veo una senda estrechísima con un desnivel de un 35% o más que baja en zigzag... No puede ser, esto es imposible. Se tira el primero... Lechazo... Va el segundo... Piñazo... Se tira David, hace la trazada perfecta y no se cae. Increíble. Siguiente... otra caída y hasta se le clava una pedazo de rama entre la rueda y el cuadro... Madre mía, esta gente está loca... Vicente y yo embobados viendo lo que hacen. Bueno, nosotros a lo nuestro. Seguimos la marcha y buscamos un lugar donde almorzar. Llegamos a un llano precioso donde antaño estuvimos comiendo en una rotada Juan Ortiz, Vicente, Juanaco, Gotxo y yo. Aluvión de agradables recuerdos. Todo sigue igual aqui... Escojemos la sombra de una carrasca. Vicente se sienta en una piedra y yo cojo una que había visto para colocarla delante de él y cuál es mi sorpresa al levantarla: ¡Un escorpión! Se lo comento a Vicente, le hacemos una foto y decidimos marcharnos a otro lugar. Vamos unos 200 m. más y llegamos a un antiguo nevero. Éste parece un buen sitio. Incluso hay unas piedras para sentarnos. Vicente se sienta y yo, desconfiando, levanto la piedra para asegurarme de que voy a poder almorzar sin sobresaltos. Una escolopendra con su cría. Manda güevos, ¿hoy no vamos a poder almorzar o qué? Al final acabamos como un par de domingueros en un montículo de arena que había al sol, a 5 m. a la redonda de cualquier piedra sospechosa...
Partimos de nuevo tras reponer fuerzas y seguimos subiendo hasta alcanzar un desnivel acumulado de 1030 m. Una vez arriba, sesión de fotos, admiramos el paisaje desde el que se divisa el mar y recibo una lección de geografía. Vicente me explica todas las montañas que nos rodean. Así da gusto, xé!. Montamos en nuestras burras y nos disponemos a disfrutar de lo que nos queda: el merecido descenso por trialeras. Es inigualable e indescriptible el placer que se siente bajando por estas sendas, al mismo tiempo que buscas la mejor "trazada". Del resto se encarga tu burrita. Mientras bajo, imagino ya a mi primo detrás con su Yeti, ya que con la Sunn no puede seguirme. Demasiada rigidez. Llegamos a un tramo en el que la trialera se torna roca con amenazantes puntas y escalones. Me armo de valor y, tras apoyar mi pecho contra el sillín, consigo bajarla. Enorme satisfacción personal y aumenta mi cariño y mi confianza sobre la máquina que monto. Estoy consiguiendo domarla. Es increíble la sensación que se siente al escuchar el ruido que emiten los amortiguadores al absorber las irregularidades. Más fotos y seguimos adelante. Casi 5 km. de trialeras en total hacen que bajemos eufóricos. Está siendo una gran rotada. Ya bajo, tenemos el tiempo justo para volver, y eso hacemos, pero eso sí, nos damos cuenta de que la Sunn nos quiere decir algo, y lo hace. Susurra a Vicente que ya ha llegado su hora, que ya es el momento de decir adiós y dar paso a nuevas generaciones. Ella es una bici que no fue creada para lo que le estamos exigiendo. Lo comprendemos. El núcleo del buje trasero comienza a asemejarse a una carraca haciendo un ruido incesable. Pero ella no nos va a dejar tirados... Va a aguantar hasta llegar al coche para despedirse como Dios manda, como una bici que ha cumplido hasta el último momento. Grandes días y grandes momentos ha hecho vivir a su dueño. Con que la nueva Yeti haga sentir a Vicente gran parte de lo que la Sunn le ha hecho sentir, ya puede darse por satisfecho su dueño.
Así pues, desmontamos, cargamos y para casa, a ritmo de Delirium Tremens con su "Ikusi eta Ikasi" y otras muchas más canciones que hacen las delicias de estos dos roteros incansables. Me despido de Vicente mientras veo la cansada Sunn que me parece se despide con una sonrisa cómplice. "Has cumplido", me digo a mi mismo. Ya en casa nos espera una reconfortante ducha, comida y, antes de la siesta, mensaje al móvil del compañero en el que una frase describe la ruta de la mañana: "Subidonaco endurero, tron". Ya lo creo, querido primo, ya lo creo...