La amistad. La amistad y el respeto al amigo/compañero rotero es el principal ligamento de la Penya. Son gente que se conoce desde la adolescencia. Algunos incluso han crecido juntos, en este su querido pueblo.
Los lazos de amistad constituyen el verdadero pilar de la Penya, y su razón de ser.

El amor al ciclismo de montaña bien entendido. Se dice que algunos miembros se enseñaron a pedalear antes que a andar. Algunos también, tomaron su primera cerveza antes que su primer biberón. Esta relación causa-efecto, se combina de manera perfecta en cada miembro de la Penya. Les encanta la bici y al terminar la rotada, una cervecita bien fresquita. El ciclismo en su estado puro: el mountain bike.

El respeto hacia la montaña. Al rotero le gustan las siluetas decididas. Encaramarse hacia las cimas que encierran estos horizontes mediterráneos, a través de ancestrales caminos. Descender senderos que atraviesan los bosques. Atravesar paisajes salinos y estepáricos. Bajar por ramblas y barrancos de montaña. Pararse a contemplar nuestros montes desde la Xau, la cumbre del Cid, la Penya la Safra… Al abandonar la montaña, les gusta dejar solamente su huella en forma de tacos de cubierta.

¿Cuál es el origen de la Penya el Rot?

Allá por 1994, jóvenes novelderos comenzaron a quedar de manera más o menos regular para disfrutar de una mañana de sábado placentera. El lugar de salida eran los “brungalós” de Novelda-Jardín. Morada de su querido primer presidente.
Allí mismo, comentaban la noche de líquidos anterior en la Máquina del Sur, y asimilaban el gusto del agua antes de decidir hacia dónde dirigirían las monturas ese día.
El bocata sobresalía resplandeciente del maillot, mientras se enfilaban las cuestas buscando algún portentoso pino que les diera cobijo durante el almuerzo. Subidas, bajadas… rotadas.
Cuando un día algún miembro sugirió la idea de crear una equipación propia, cuando nadie lo hacía, se dieron cuenta que efectivamente el círculo se había por fin cerrado: el sentimiento de grupo ya existía.
Pero no se trata de un círculo cerrado en el sentido estricto de la palabra, por las rotadas han pasado multitud de personas deseosas de conocer el ciclismo de montaña a la manera rotera. Sin embargo, en no todos los corazones cuajó la idea.

¿Cómo distinguir un rotero en un pelotón de bikers?

El rotero es un biker más. Se enfunda su traje de luces, se monta en la burra y a pedalear como uno más. Pero hay algo que lo distingue, que lo hace diferente…
Es capaz de pronunciar el abecedario entero en forma de rot (rot: eructo en valencià), acompañando una subida del 25% en pleno Barranc de Caseta. Por estos sonidos, el grupo conoce la posición de los miembros del grupo en todo momento, como si contasen con un cencerro o un chip georeferenciado.
Otro alarido inimpronunciable, se emite al inicio de cada senda o trialera afrontada por el grupo. Por muy espeso que sea el bosque, si te topas con un rotero descendiendo un sendero, sabrás diferenciarlo.
Globero incansable, el rotero nunca ha ganado ninguna marcha, ni ninguna carrera, por muy pirata que sea. Su puesto no es la cabeza del pelotón. El rotero para en cada collado para admirar las vistas, pegar un sorbo del camelbak y subirse de nuevo a la burra.
Su mirada es altiva, constante, orgullosa de admirar el paisaje mediterráneo que le envuelve. También un poco capullo con el compañero, al cual, si lo cree conveniente, no dudará en poner un pie en la rueda trasera si estima que el ritmo de subida es demasiado alto. Por el contrario, tampoco dudará en perder 45 minutos tratando de resolver la avería de un compañero en mitad de la nada, aunque los primeros 15 minutos haya estado tirado en el camino descojonándose de él.

¿Dónde encontrar un rotero?

El rotero ama su terruño. Lo siente. Es casi suyo. Está ligado a él desde que el hombre es hombre y la bici es bici. Porque lo estima, lo investiga. Por ello encontrarás roteros por estas montañas béticas incrustadas en este territorio, que caen a plomo sobre el azul Mediterráneo.
Al rotero no le gustan los tópicos, por lo que lucha por cambiar el inconsciente colectivo, que piensa que las comarcas valencianas en general, y alicantinas en particular, se caracterizan solamente por su hormigoneada costa.
Allá donde exista desnivel (positivo o negativo) habrá un rotero. Y según la hora del día, allí donde en una buena barra de bar se tercie una cerveza envuelta de conversación sincera.