VENCIENDO AL MIGJORN
Quizá de tanto pensar en mapas, descifrar senderos en el Google Earth e imaginar un territorio inédito para los ojos roteros, mi mente se despreocupó de cuidar su cuerpo, y llegué al “Día D” ciertamente aquejadumbrado. “No puedes fallar” me dice una voz oriunda en mi materia gris, “suicidio colectivo” alcanzan a leer mis astigmáticos ojos, lo cierto es, que cuando me doy cuenta me estoy calzando mis zapatillas aún con el barro pegajoso de la última marcha por el Puig Campana, y en un tris enfilo calle abajo en busca de los colegas.
Mi camelbak es fiel reflejo de la dura batalla a la que nos enfrentamos: el bolsillo de arriba aloja media farmacia, el interior repleto de líquidos y sólidos como para dormir en pleno monte, y adornando el conjunto florecientes protecciones, que no está el horno para bollos.
Siete.
La reunión rotera no se hace esperar, y mientras llegan todos, apremiamos nuestros cafés y bollos industriales. Es hora de partir. Tres coches en fila de uno, Lorenzo se despereza y nos ofrece sus mejores galas, mientras abandonamos nuestro querido Vinalopó, en busca de las montañas que triscaron en su día rudos nevaters, que a lomos de burras de carne y hueso, desfilaron durante años rumbo Sur, cargados de preciada nieve con la que inventar algo tan simple y a la vez tan artístico, como es un buen helado.
Todavía no hemos montado las cletas y llega Ruben. Un lujo para la tropa rotera. Un crack que ha vencido a lomos de su Bear, todos y cada uno de los rincones que ofrece esta parte de la Montaña Alicantina.
Al rotero no le gusta lo fácil, así que decidimos enfilar el Barranc de la Boquera por su cauce. El ensordecedor ruido de pseudoamantes de la naturaleza a bordo de desesperantes motos, y el perfil decidido que nos espera, reconduce la marcha y nos obliga a continuar por el lado fácil.
Frescor matutino, conversación animada, ruido de ruedas gordas. Atrás va quedando el Mas del Carrascar d’Anselmo, el Mas del Carrascar, la Font del mismo nombre, el Mas de Rico… y en menos que canta una canción un grupo de colegiales, nos plantamos en el collado que da acceso al Refugi de l’Esbarzeret. Allá donde se conjugan proverbialmente, l’Alcoià y l’Alacantí.
Buscamos sendas que no aparecen en la vida real, así que rumbo abajo por camino pedregoso. Cuerpos desentumecidos y miradas brillantes. La misma brillantez de un mar vetusto y maltratado que se asoma, como un espejo, allá en lontananza. Subimos xino xano, siempre parece que vas más rápido la segunda vez que transitas un lugar. Esa es la sensación que tengo.
“Ves aquél pico? allá arriba subiremos”, le musito casi al oído al Zambu, su mirada se torna aguerrida y ni siquiera me contesta. “Suicidio colectivo”, “suicidio colectivo”, y tengo que pensar en una canción que borre esas palabras de mi mente, porque voy detrás y el peso de la expedición me agobia por momentos. “Bere, dónde estás?”, me pregunto.
Las horas marcan las once cuando se produce el desparrame festivalero rotero. Es impensable imaginar lo que cabe dentro de un camelbak. Bocadillos devorados con fruición, dedos que señalan horizontes, cámaras en cascos, risas, ardor de estómago producido por un vino añejo, protecciones… a ras!
El Barranc de la Costera de Ibi, surcado por una centenaria senda se abre a malas penas ante nuestros ojos, es un descenso insaciable. Gritos de alucinación, piedras, senderistas, “joder que lo pierdo!”, “me sigues?”, “rama!”, “aúpa!”, “yahaaaa!”. Se sortean hostias. Alguno lleva más de una papeleta. Algo menos de dos kilómetros que pasan tan rápido como un verano con quince años. La Compañía se reúne sobre una roca en plena zona conocida como “la Llibreria” por las curiosas formas de sus calizas. Unos comentan la jugada, otros repasan los cuadros ante tanta pedrada, otros absorben vino.
Los siete se convierten en seis. Atisbamos como Ruben, que hasta ese momento templaba mis ánimos, desfila senda arriba hasta encontrarse con nosotros en otro momento. Salud compadre!, y ascendemos a la otra parte del barranco mientras alguien se da cuenta, que el grupo ha quedado cojo, que hemos bajado mucho, y que el dolor surca el horizonte en forma de erizada montaña.
La Compañía se divide.
Sorteamos de nuevo senderistas. Unas mejor que otros. El escenario se amplía y sabemos que ya no hay vuelta atrás. El todo o la nada. Seguimos sendero abajo, lajas de piedra nos golpean, los ojos no pueden retener todo lo que ven.
Pasamos la Font de Rosset. Final «oficial» de la Llibreria. Momento de imprecisión. Me subo al margen de un bancal, como buscando concentración y me encuentro al Gotxo, me dice “yo te ayudo”, y se sopla el vino con mayor velocidad de la que ha bajado la trialera. Principio de rebelión. Angustia. “Por aquí!, he conseguido descifrar el código”. Caminos hacia arriba, lecturas del trozo de papel erróneas, hasta dar con el rumbo correcto. Mientras se repara el disco de la Scotty de Juanaco, y comemos mandarinas, se avisa de hacia dónde nos dirigimos.
Levantamos campamento y ascendemos la ladera del Migjorn, que posesivo, nos vigila temeroso ante tamaño ultraje. La orientación se vuelve más fácil que el camino en sí. Pepe me va guiñando ojos mentalmente. El resto, se deja llevar.
Mi lamentable estado de forma me pasa factura, pierdo la Compañía rotera por completo, justo a la altura de un arruí que espera sobre el tejado de un corral la libertad de su inquilino. “Váis muy deprisa y os pasáis los cruces”. Me toca interpretar un papel de padre nada fino, que repartimos a medias el Bere y yo en cada salida. Malas caras, Lorenzo aprieta, sendero de piedras, hacia el collado. Kilómetro 23,39 de la rotada. 13,30 horas. Llamada de móvil, burra a hombros, “fotos de avatar”, vaya que sí.
Tránsito penitente.
Empezamos a oler el final de la subida, justo cuando grabamos en vídeo un paso guapo de roca. Las bicis están en su salsa. Unas más que otras. Visión cercada por els Plans, la Grana, el Cabeçó d’Or, Aitana… Llegada al collado. vistas a lo que nos espera y corazón desangelado. A decir verdad, no era el horizonte que pensaba vislumbrar. Desfallezco moralmente, aunque no digo nada. El resto, creo que también.
“Migjorn hora y media”. Reza el cartel y rezo yo, encomendándome al Dios de las sendas le ruego que el tránsito por aquel territorio hostil no se haga cansino.
Reparamos la EX8, José y yo nos acostamos en la roca cual fardatxos al sol del estío. Risas. Hambre. Sendero arriba, ciclable muchas veces, pero siempre penoso. Nos animamos unos a otros. Ni una mala cara, ni un mal gesto, bendita la madre que os parió.
El sendero enlaza los dos cordales de la sierra. “Debe ser la caña bajar este sendero”. En pleno debate de si se puede o no montar, llegamos al recóndito rincón donde vive el Corral de les Coves, circundado de pastos y viejas carrascas. La espera de la comida me puede. Pepe me ofrece el líquido milagroso que lleva. El Zambu también, pero el suyo no lo acepto porque me está revolviendo las tripas. Juanaco empieza a mosquearse, Gotxo y José tiran del grupo.
Hace rato que tiramos del manillar de nuestras burras, que las montamos a ratos, que las risas quedaron atrás. Zambu avista una manada de arruís. Espectáculo natural ante nuestros ojos. No llevan frenos de disco, sus pezuñas no tienen 140 mm de recorrido, pero hay que ver cómo enfilan las lomas los muy cabrones.
Momentos de ensueño.
Tiempo de crisis. Cruce en el camino. “Buf! Qué bueno”. Ha costado, pero menos que lo previsto. Un último esfuerzo, descenso breve pero intenso y subida hacia… “la hostia que vistas!!!!”. La visión produce el mismo efecto que un litro y medio de Burn de golpe. Aquí plantamos campamento. Fotazas. A comer!. Son las 15,30.
A comer no hay quien nos gane. Desplegue de medios. Cada uno aporta el ingrediente necesario para elaborar la exquisitez culinaria noveldera por excelencia: el xunxullo, pero faltan las patatas, lo más importante. “El fuet se sale”, “el cóctel oriental éste de dónde lo has comprao?”, “pásate el vino”, “Dios qué guapo! Qué guapo!”, “grrrrooolp! ahhhh!”, “tío saca una foto”, “esto es lo que convierte una rotada, en una rotada épica”. Di que sí. Tres cuartos de hora después, el airecillo que permite gravitar a los vencejos y un Lorenzo más tenue, nos encienden la luz de alarma. Bueno, y Juan también, que ya de pie nos aprieta los machos y nos espeta que no podemos encantarnos.
No puede ser, debe haber alternativa. Pero no la hay. El Google Earth dirá lo que quiera, pero si me quieres vencer, tendrás que pasar por este trance. Migjorn manda, y el rotero obedece. Nadie sabrá lo que allí aconteció, ni existirán jamás palabras para expresar lo que en tres cuartos de hora, vivió la Compañía. El anillo pesa como una de las miles de losas puntiagudas que mascullan sobre el sendero. Dolor físico y mental. Cabizbajos, taciturnos, vahídos y corroídos por tanta piedra, avanzamos paso a paso.
Alguien cita a Oiarzábal. Esto es como uno de esos capítulos que echan en la Primera los domingos por la tarde. Al fin, Penya-Roja vencida a nuestros pies, 34 metros de desnivel en apenas 150 metros, pero el panorama que se nos abre es aún más desolador. El muro que conforma el Cabeçó Redó, la “Lloma Macabra” en lengua rot, parece infranqueable. “Hostias lo que hay que subir”, “estáis de coña, no?”. Y lo peor es que no. Pero al rotero le pierden las bajadas chungas, y de la Penya-Roja desciende una que te cagas, así que para abajo sin pensarlo demasiado. Fotos sobre el Clot de Blanes, y a pedir clemencia a la Naturaleza. Así, con mayúsculas.
Cierro el grupo, veo cómo de manera impune, Migjorn golpea a cada uno de los compañeros. Desde abajo parecen auténticos escaladores. Quien no lo ha visto, no se lo puede creer. Pero al Dios de las Sendas pongo por testigo que la imagen del grupo era dantesca. Nadie acierta a decir nada, solo quieren llegar arriba. El viento azota y se torna frío. 96 metros en unos 200 metros. Brutal. “Suicido colectivo, suicidio colectivo”. Los pies resbalan, la burra anclada al hombro derecho provoca a estas alturas ya, un dolor insoportable. Delante de mi, Zambullo, resiste como puede el envite, al igual que el resto, que en alarde de coraje y orgullo ciclista, cumplen penitencia en el corazón de las montañas béticas.
Algunos van llegando y gritan, o más bien mascullan, pero a mi me parecen gritos de alegría. Empujo literalmente, la bici hacia arriba. “Vinga Sielito collons!!”. Un cartel de caza. Viento. Cara sonrosada en Juanaco. Estamos arriba, Dios. Qué dolor, qué tremendo dolor moral.
Que alguien termine con ésto.
Hace un buen rato que me preguntan cuántos kilómetros quedan y dónde está Ibi, que no lo ven. Calculo y vomito cifras. Pero poco más. Sed. No hay casi líquidos. Lorenzo va cayendo sobre el Maigmó y la Serra de Castalla. “Espera un poco coññño”.
Pisteo rápido. El tiempo es oro. En boca de todos la noche invernal. Sobrevolamos hacia l’Alt de la Martina. “No, ahí no hay que llegar”. Mentira. Y llegamos. Orientación escasa. Salidas de track. Ganas de acabar. Vuelta al ruedo, dos orejas y el rabo!.
Vamos sobrados o tenemos la orientación en el culo?. No. Somos roteros y si la senda mola, pues a tragarse luego dos tazas de pista pestosa y picando p’arriba. Pepe asombra, va de aquí para allá, indica, anima, ofrece líquido. Yo me mareo. Peto. Petamos todos. Juanaco tirando de la burra en terreno ciclable!!!. Pintan bastos. Al final caemos Martina abajo al lugar del almuerzo. Qué tiempos aquellos. Pista de la Font de Vivens, cruce a izquierdas y senda pedregosa para arriba.
Último padrenuestro en la penitencia de hoy. Esto está hecho chavales!. Poca luz. Astigmatismo a flor de retina. No me veo un pijo, vaya. Acurruco los ojos, alcanzo a vislumbrar el collado que esconde Ibi, y me imagino los coches.
El fin del final.
Segunda llamada de móvil. Collado, trialera p’abajo. “izquierda o derecha?”, “izquierda que yo me he equivocado”. “De dónde sales?”. “No sé, pero continúa hacia abajo”. Pim pam pum, “aún hay maquis por estas serranías?”. Asfalto, frío. Lágrimas en los ojos por la velocidad. ¡¡¡IBI, IBI!!! Cruzamos la autovía, no podemos más, el último suspiro de un sol que se contuvo en irse a dormir.
Llegar hasta aquí, casi nueve horas después, impregnados de sudor y lágrimas, produce tal satisfacción, que es fácil entender porqué amamos el mountain bike, y cuán tenue es la delgada línea que separa un suicidio colectivo, de una rotada épica.
Salud, camaradas!
Siete.
La reunión rotera no se hace esperar, y mientras llegan todos, apremiamos nuestros cafés y bollos industriales. Es hora de partir. Tres coches en fila de uno, Lorenzo se despereza y nos ofrece sus mejores galas, mientras abandonamos nuestro querido Vinalopó, en busca de las montañas que triscaron en su día rudos nevaters, que a lomos de burras de carne y hueso, desfilaron durante años rumbo Sur, cargados de preciada nieve con la que inventar algo tan simple y a la vez tan artístico, como es un buen helado.
Todavía no hemos montado las cletas y llega Ruben. Un lujo para la tropa rotera. Un crack que ha vencido a lomos de su Bear, todos y cada uno de los rincones que ofrece esta parte de la Montaña Alicantina.
Al rotero no le gusta lo fácil, así que decidimos enfilar el Barranc de la Boquera por su cauce. El ensordecedor ruido de pseudoamantes de la naturaleza a bordo de desesperantes motos, y el perfil decidido que nos espera, reconduce la marcha y nos obliga a continuar por el lado fácil.
Frescor matutino, conversación animada, ruido de ruedas gordas. Atrás va quedando el Mas del Carrascar d’Anselmo, el Mas del Carrascar, la Font del mismo nombre, el Mas de Rico… y en menos que canta una canción un grupo de colegiales, nos plantamos en el collado que da acceso al Refugi de l’Esbarzeret. Allá donde se conjugan proverbialmente, l’Alcoià y l’Alacantí.
Buscamos sendas que no aparecen en la vida real, así que rumbo abajo por camino pedregoso. Cuerpos desentumecidos y miradas brillantes. La misma brillantez de un mar vetusto y maltratado que se asoma, como un espejo, allá en lontananza. Subimos xino xano, siempre parece que vas más rápido la segunda vez que transitas un lugar. Esa es la sensación que tengo.
“Ves aquél pico? allá arriba subiremos”, le musito casi al oído al Zambu, su mirada se torna aguerrida y ni siquiera me contesta. “Suicidio colectivo”, “suicidio colectivo”, y tengo que pensar en una canción que borre esas palabras de mi mente, porque voy detrás y el peso de la expedición me agobia por momentos. “Bere, dónde estás?”, me pregunto.
Las horas marcan las once cuando se produce el desparrame festivalero rotero. Es impensable imaginar lo que cabe dentro de un camelbak. Bocadillos devorados con fruición, dedos que señalan horizontes, cámaras en cascos, risas, ardor de estómago producido por un vino añejo, protecciones… a ras!
El Barranc de la Costera de Ibi, surcado por una centenaria senda se abre a malas penas ante nuestros ojos, es un descenso insaciable. Gritos de alucinación, piedras, senderistas, “joder que lo pierdo!”, “me sigues?”, “rama!”, “aúpa!”, “yahaaaa!”. Se sortean hostias. Alguno lleva más de una papeleta. Algo menos de dos kilómetros que pasan tan rápido como un verano con quince años. La Compañía se reúne sobre una roca en plena zona conocida como “la Llibreria” por las curiosas formas de sus calizas. Unos comentan la jugada, otros repasan los cuadros ante tanta pedrada, otros absorben vino.
Los siete se convierten en seis. Atisbamos como Ruben, que hasta ese momento templaba mis ánimos, desfila senda arriba hasta encontrarse con nosotros en otro momento. Salud compadre!, y ascendemos a la otra parte del barranco mientras alguien se da cuenta, que el grupo ha quedado cojo, que hemos bajado mucho, y que el dolor surca el horizonte en forma de erizada montaña.
La Compañía se divide.
Sorteamos de nuevo senderistas. Unas mejor que otros. El escenario se amplía y sabemos que ya no hay vuelta atrás. El todo o la nada. Seguimos sendero abajo, lajas de piedra nos golpean, los ojos no pueden retener todo lo que ven.
Pasamos la Font de Rosset. Final «oficial» de la Llibreria.
Levantamos campamento y ascendemos la ladera del Migjorn, que posesivo, nos vigila temeroso ante tamaño ultraje. La orientación se vuelve más fácil que el camino en sí. Pepe me va guiñando ojos mentalmente. El resto, se deja llevar.
Mi lamentable estado de forma me pasa factura, pierdo la Compañía rotera por completo, justo a la altura de un arruí que espera sobre el tejado de un corral la libertad de su inquilino. “Váis muy deprisa y os pasáis los cruces”. Me toca interpretar un papel de padre nada fino, que repartimos a medias el Bere y yo en cada salida. Malas caras, Lorenzo aprieta, sendero de piedras, hacia el collado. Kilómetro 23,39 de la rotada. 13,30 horas. Llamada de móvil, burra a hombros, “fotos de avatar”, vaya que sí.
Tránsito penitente.
Empezamos a oler el final de la subida, justo cuando grabamos en vídeo un paso guapo de roca. Las bicis están en su salsa. Unas más que otras. Visión cercada por els Plans, la Grana, el Cabeçó d’Or, Aitana… Llegada al collado. vistas a lo que nos espera y corazón desangelado. A decir verdad, no era el horizonte que pensaba vislumbrar. Desfallezco moralmente, aunque no digo nada. El resto, creo que también.
“Migjorn hora y media”. Reza el cartel y rezo yo, encomendándome al Dios de las sendas le ruego que el tránsito por aquel territorio hostil no se haga cansino.
Reparamos la EX8, José y yo nos acostamos en la roca cual fardatxos al sol del estío. Risas. Hambre. Sendero arriba, ciclable muchas veces, pero siempre penoso. Nos animamos unos a otros. Ni una mala cara, ni un mal gesto, bendita la madre que os parió.
El sendero enlaza los dos cordales de la sierra. “Debe ser la caña bajar este sendero”. En pleno debate de si se puede o no montar, llegamos al recóndito rincón donde vive el Corral de les Coves, circundado de pastos y viejas carrascas. La espera de la comida me puede. Pepe me ofrece el líquido milagroso que lleva. El Zambu también, pero el suyo no lo acepto porque me está revolviendo las tripas. Juanaco empieza a mosquearse, Gotxo y José tiran del grupo.
Hace rato que tiramos del manillar de nuestras burras, que las montamos a ratos, que las risas quedaron atrás. Zambu avista una manada de arruís. Espectáculo natural ante nuestros ojos. No llevan frenos de disco, sus pezuñas no tienen 140 mm de recorrido, pero hay que ver cómo enfilan las lomas los muy cabrones.
Momentos de ensueño.
Tiempo de crisis. Cruce en el camino. “Buf! Qué bueno”. Ha costado, pero menos que lo previsto. Un último esfuerzo, descenso breve pero intenso y subida hacia… “la hostia que vistas!!!!”. La visión produce el mismo efecto que un litro y medio de Burn de golpe. Aquí plantamos campamento. Fotazas. A comer!. Son las 15,30.
A comer no hay quien nos gane. Desplegue de medios. Cada uno aporta el ingrediente necesario para elaborar la exquisitez culinaria noveldera por excelencia: el xunxullo, pero faltan las patatas, lo más importante. “El fuet se sale”, “el cóctel oriental éste de dónde lo has comprao?”, “pásate el vino”, “Dios qué guapo! Qué guapo!”, “grrrrooolp! ahhhh!”, “tío saca una foto”, “esto es lo que convierte una rotada, en una rotada épica”. Di que sí. Tres cuartos de hora después, el airecillo que permite gravitar a los vencejos y un Lorenzo más tenue, nos encienden la luz de alarma. Bueno, y Juan también, que ya de pie nos aprieta los machos y nos espeta que no podemos encantarnos.
No puede ser, debe haber alternativa. Pero no la hay. El Google Earth dirá lo que quiera, pero si me quieres vencer, tendrás que pasar por este trance. Migjorn manda, y el rotero obedece. Nadie sabrá lo que allí aconteció, ni existirán jamás palabras para expresar lo que en tres cuartos de hora, vivió la Compañía. El anillo pesa como una de las miles de losas puntiagudas que mascullan sobre el sendero. Dolor físico y mental. Cabizbajos, taciturnos, vahídos y corroídos por tanta piedra, avanzamos paso a paso.
Alguien cita a Oiarzábal. Esto es como uno de esos capítulos que echan en la Primera los domingos por la tarde. Al fin, Penya-Roja vencida a nuestros pies, 34 metros de desnivel en apenas 150 metros, pero el panorama que se nos abre es aún más desolador. El muro que conforma el Cabeçó Redó, la “Lloma Macabra” en lengua rot, parece infranqueable. “Hostias lo que hay que subir”, “estáis de coña, no?”. Y lo peor es que no. Pero al rotero le pierden las bajadas chungas, y de la Penya-Roja desciende una que te cagas, así que para abajo sin pensarlo demasiado.
Cierro el grupo, veo cómo de manera impune, Migjorn golpea a cada uno de los compañeros. Desde abajo parecen auténticos escaladores. Quien no lo ha visto, no se lo puede creer. Pero al Dios de las Sendas pongo por testigo que la imagen del grupo era dantesca. Nadie acierta a decir nada, solo quieren llegar arriba. El viento azota y se torna frío. 96 metros en unos 200 metros. Brutal. “Suicido colectivo, suicidio colectivo”. Los pies resbalan, la burra anclada al hombro derecho provoca a estas alturas ya, un dolor insoportable. Delante de mi, Zambullo, resiste como puede el envite, al igual que el resto, que en alarde de coraje y orgullo ciclista, cumplen penitencia en el corazón de las montañas béticas.
Algunos van llegando y gritan, o más bien mascullan, pero a mi me parecen gritos de alegría. Empujo literalmente, la bici hacia arriba. “Vinga Sielito collons!!”. Un cartel de caza. Viento. Cara sonrosada en Juanaco. Estamos arriba, Dios. Qué dolor, qué tremendo dolor moral.
Que alguien termine con ésto.
Hace un buen rato que me preguntan cuántos kilómetros quedan y dónde está Ibi, que no lo ven. Calculo y vomito cifras. Pero poco más. Sed. No hay casi líquidos. Lorenzo va cayendo sobre el Maigmó y la Serra de Castalla. “Espera un poco coññño”.
Pisteo rápido. El tiempo es oro. En boca de todos la noche invernal. Sobrevolamos hacia l’Alt de la Martina. “No, ahí no hay que llegar”. Mentira. Y llegamos. Orientación escasa. Salidas de track. Ganas de acabar. Vuelta al ruedo, dos orejas y el rabo!.
Vamos sobrados o tenemos la orientación en el culo?. No. Somos roteros y si la senda mola, pues a tragarse luego dos tazas de pista pestosa y picando p’arriba. Pepe asombra, va de aquí para allá, indica, anima, ofrece líquido. Yo me mareo. Peto. Petamos todos. Juanaco tirando de la burra en terreno ciclable!!!. Pintan bastos. Al final caemos Martina abajo al lugar del almuerzo. Qué tiempos aquellos. Pista de la Font de Vivens, cruce a izquierdas y senda pedregosa para arriba.
Último padrenuestro en la penitencia de hoy. Esto está hecho chavales!. Poca luz. Astigmatismo a flor de retina. No me veo un pijo, vaya. Acurruco los ojos, alcanzo a vislumbrar el collado que esconde Ibi, y me imagino los coches.
El fin del final.
Segunda llamada de móvil. Collado, trialera p’abajo. “izquierda o derecha?”, “izquierda que yo me he equivocado”. “De dónde sales?”. “No sé, pero continúa hacia abajo”. Pim pam pum, “aún hay maquis por estas serranías?”. Asfalto, frío. Lágrimas en los ojos por la velocidad. ¡¡¡IBI, IBI!!!
Llegar hasta aquí, casi nueve horas después, impregnados de sudor y lágrimas, produce tal satisfacción, que es fácil entender porqué amamos el mountain bike, y cuán tenue es la delgada línea que separa un suicidio colectivo, de una rotada épica.
Salud, camaradas!
No tengo palabras, me brillan los ojos como flexos...
ResponderEliminarColosal, Secre, Colosal.
I M P R E S I O N A N T E ! ! !
ResponderEliminaresto se merece un cafelito para que me cuentes todos los pormenores. Vaya flipe
Secre, mi enhorabuena. Tan brutal como la rotada misma.
ResponderEliminarCojonudo!
Vaya pues me alegro de que os guste.
ResponderEliminarCafelito, cervecita o lo que se tercie, brother!!
CRÓNICA MÁS FOTOS DE LA ROTADA BRUTAL POR EL MIGJORN:
ResponderEliminarhttp://www.foromtb.com/showthread.php?p=3720630#post3720630
VALE MUUUUCHO LA PENA...
No solo voy a tener que montar concurso fotografico... tambien voy a tener que hacerlo de "esas estradas impresionantes" que hacen que vaya amando a marchas forzadas este deporte y el ambiente que mueve... felicidades secre
ResponderEliminarOlé, olé y olé, de verdad tío se me acaban los calificativos para describir lo bueno que eres,
ResponderEliminarEL P**O AMO, sí señor.
JODER,ME DA LA SENSACION DE ESTAR POR IBI OTRA VEZ,SECRE...
ResponderEliminarERES UN CRAK!!!
Bona nit!!.Macho Secre,me tenias con la boca abierta hasta el final.Con estas etiquetas se ROTA uno encima.Estaba imaginandomelo y me parecia estar soñando.Muy bueno,asi se hace Secre!!.Respecto a la rampa del señor Jose,no esta nada mal.Muy chulas las fotos.
ResponderEliminarBueno, pues que sepáis que me pago unas birras por haberme subido la autoestima tanto, que me parece estar viendo a San Pedro y todo.
ResponderEliminarBon dia amics!
Bon dia, Secre! I bon dia a tots!
ResponderEliminarBon dia roters ! Bon dia blog !
ResponderEliminarAún no sé si podré rotar este sábado, pero no estaría mal un Despenyador, o se os ocurre algo mejor.
ResponderEliminarA qué le tenéis ganas?
Pues casi seguro que conmigo no contéis para este sábadete, y con el sr. Juan-aco tampoco.
ResponderEliminarVáis a c***r??
ResponderEliminarPor cierto Juan, que te pasa? Está enfermo o algo?
Bueno pues algo suave, unas piedras de por aquí con final Chaconero y que se venga el Beresh tampoco estaría mal.
ResponderEliminarPues no tengo ni idea. Ayer iba a llamarlo pero me acordé ya tarde pq fui a casa Beresh. Lo cierto es que no dio muestras de vida ni por aquí ni por el foro....
ResponderEliminarEl sábado puede que tenga "convocatoria ilegal" en los sub-foros (el padre, y la gente que salen en carretera, quieren hacer una ruta-almuerzo de fin de temporada, antes de entrar en Navidad).
ResponderEliminarDe todas formas, estamos en contacto.