Sábado, siete y cuarto de la mañana. No. No es laborable para un trabajador de la Administración Pública como yo, pero suena a la misma hora que un día cualquiera. El motivo está bien claro: hay rotada. Además, hoy la Penya el Rot juega fuera, por lo que toca efectuar el consabido madrugón.
Repaso los bártulos. Camelbak, casco, gafas, guantes largos, bocata de pamplonica… “Sí, ho tens tot” –me digo a mi mismo-, así que salgo a la calle y compruebo algo desangelado, que está mojada y que Lorenzo no sale a saludarme. ¿No habrá salido aún o es que está nublado? Pues mira, ambas cosas.
Encuentros, rots de bienvenida, Jose que se va a ca la Conchi a por el bocata, el Bere montando el portaburras, yo estiro los músculos para no tener que volver al fisio. Todo listo.
Elda, Petrer, Sax… Biar! El pueblo nos acoge solitario y umbroso. Busquemos el campo de fútbol, inicio de la ruta.
Le digo al resto de roteros que no me acaba de convencer la documentación rutera que trae Jose. No sé, algo me dice que planificar una ruta sin fijar exactamente el punto de inicio, dice bien poco del que la compuso. Es como un director de orquesta con una partitura empezada.
Frío y humedad. Foto en una carrasca acojonante. Ermita de Nuestra Señora de Gracia. El Bere se me cuela en la foto. Recuerdos de una acampedo del Instituto.
Giro a la derecha por un camino estrecho y… cómo cuesta la cuesta esta.
El pitido del "Polar" del Bere es incesable. Mis sentidos se petan por momentos. Olor a tomillo, romero y bosque. Humedad en la yema de los dedos al tocar la rama del pino. Color verde con millones de diminutas gotas pendiendo de los árboles. Dolor de culo impresionante. "Míralo ahí está ya! Este es mi brother! ya está volviendo a las andadas!".
Nos sorprende ver tanta arena en el monte. Sospechas de cazadores al leer: “Puesto para reala 3”. Será de otro día, ¿no?
Cruce a la derecha. Buen firme. Desnivel constante. Lorenzo se asoma. "Homeeee, ja tardaves!".
Sudor en un collado, junto a las carrascas, pero nuevamente sensación de frío. Pi, pi, pi, pi. Otra vez los tres juntos, continuemos.
Sospechas que se convierten en afirmación indignante: hay cacería de jabalíes. “Prohibido el paso". -La llevas guapa-, pienso. Grupito de unos 20 bikers en posición de descenso. Miradas entre nosotros de sana envidia. ¿Cuándo aumentaremos de nuevo en número?
Pasamos por la puerta del Mas de Fontalbres como Pedro por su casa. El pavo real me mira un poco flipao, mientras, las gallinas ponen huevos. Nos silba el dueño. Oídos sordos. Collons, se acaba el camino, media vuelta y a ver lo que nos dice el amigo. "Que no tío, que yo paso sin parar!”. Ha pescao al Bere. Jose y yo reconocemos al individuo: “El Tío Petagallines!!”
Entramos en razón y en un santiamén me encuentro encima de una acequia con los pies colgando catando el bocata-pamplonica. Jose en la cueva del Pelanas. El Bere con su dieta ciclista. Mis explosiones de metano, son hoy, especialmente repulsivas. Maldecimos a los cazadores.
Aún hay esperanza, entre los árboles se distingue un singletrack recomendado por Petagallines. Mejor no cuento el porqué del nombre.
Flipamos sendero abajo entre el bosque. El clímax del mountain bike en su punto más álgido. Afición total. Un kilómetro de orgasmo ciclista. Lo bueno si es breve… Camino y descenso tumba abierta. Pinos extraordinarios. Paraeta en la Cova Negra. El Bere y yo nos miramos. No hace falta comentar nada. Recuerdos de un ayer todavía presente. Biar a lo lejos. A por él. Es como la Xau, pero sin piedras. Derecha. Paraeta, foto y… trialerón que nos regala esta sierra preñada de buen ciclismo de montaña. Hasta la mismísima entrada de Biar. Brutal.
Sesión de street bike en las calles empedradas de Biar. El núcleo antiguo es precioso.
Escaleras de un parque. Mira, allí arriba está la flagoneta.
Sensación de bienestar. Rotada en toda regla. Brindis en la sede con cerveza fresca. El partido acabó en empate. Biar no podía perder, así que nos metimos uno en propia meta.