No es fácil para el equilibrio espiritual de uno mismo, estar alejado de los terrenos de juego demasiado tiempo seguido. Ni tampoco para el equilibrio social de los congéneres que cohabitan contigo. Te sientes poco menos que un animal enjaulado, si tu visión no otea algún elemento inerte mineralizado como telón de fondo.

La vida en general, requiere dedicarle mucho más tiempo a cosas sumamente importantes. Mucho más que darle cíclicas vueltas a un par de pedales. Eso está claro, pero también lo está, que después de encontrar la paz interior en mitad de la montaña, volver al estrés laboral resulta algo verdaderamente impactante en muchas ocasiones.

Por eso es bueno acordarse de quien quieres y te da buen rollo en los momentos malos, o recordar a partes iguales sitios que te han hecho mejor ser humano, por haber descubierto una vez más, lo poco que somos ante la grandeza del mundo. Un cruce de tonos enervados en mitad de una reunión, o en la eterna continuidad de una máquina marmolera, son elementos que a un buen ciclista de montaña, a la que no vaya lo más mínimo con él, teletransportan...

Así me ha sucedido a mi en estos últimos diez días. A veces entre opiniones contrastadas y tonos de voz imponentes, me parece que alcanzo a recordar la sensación de bienestar dando el solecito primaveral, recordando lo jodidamente bueno que estaba el bocata del almuerzo, lo suelto que tenía el esfínter y el corazón entre tan buena gente, lo pinchosa que era aquella aliaga, y, al moverme de la silla, lo cerrada que estaba aquella Z que me quiso marcar de morado la rodilla izquierda, antes de llegar al fondo del valle.

Prometo seguir inyectándome el calor de los míos en casa, y recordar cada palmo de terreno recorrido por la inmunidad diaria que otorga todo un rutón por la Serrella, con el fin de sortear los obstáculos diarios y seguir llevando la dignidad ciclistamontañesa, en la cara y por bandera.

Y todo, claro, para seguir chapando de un golpe y levantarme al primer toque temprano de despertador, el sábado que vuelva a dar pedales con la tropa.

"Suerte que tenemos de estresarnos currando", dirá alguno. "Cierto", responderemos todos.