• Visualización de la zona cero o "posible festín calcáreo": el rotero que va encabezando el pelotonuelo, atisba allá en el horizonte (a eso de 4 ó 5 metros), una formación de rocas metamórficas del cretácico que provocan una reacción vista-cerebelo-estómago-dispersión de chorretones adrenalínicos, que a su vez deriva en una respuesta inmediata y altamente perceptible por el resto de la manada.
• Berrido de aviso: la conjunción de las reacciones corporales descritas anteriormente, fluyen por el cuerpo cual anhídrido carbónico cocacolero en el plis-play, provocando una explosión de júbilo que se identifica como "el berrido de RoTdrigo de Triana", por aquello del primer vislumbrador del turrón yanki. Tras semejante vomitona de decibelios, la manada se pone en alerta.
• Bicis al suelo y análisis: el grupeto es un hervidero inquieto. Todos se mueven de un lado para otro frenéticamente, al igual que las hormigas si les tapas la entrada del hormiguero. Emoción contenida en unos y desbocada en otros. Las bicis se apoyan en cualquier sitio (hay quien la suele dejar justo enmedio de la senda), y se acude raudo a visualizar el pasito, bajal, ñolondreo o como se le quiera llamar a las cuatro piedras que tenemos enfrente. Alguno comienza diciendo: "yo le tiraría por aquí", trazando una línea imaginaria con sus dedos que todos siguen. El debate está abierto. Otros ven la trazada por otro sitio. Algunos prefieren atajar trazando la línea recta, por aquello de que es la distancia más corta entre dos puntos. Mil gustos, mil colores, mil sabores que harán las mieles de esos momentos tan mágicos en el seno rotero.
• Zona fotogénica: es árdua labor la de quien, una vez ha visualizado por dónde va a tirarle, busca la zona más idónea para inmortalizar ese momento. Muchos son los factores: el encuadre perfecto, que salga bien el desnivel, la posición del sol por si queremos silueta en lugar de precisión, que se aprecie el detalle de los yolondrones y, sobre todo, que no se despeñe uno intentando conseguir cualquiera de lo comentado. Este último punto es esencial si se aprecia la integridad física del individuo en cuestión, así como de su cámara de arretratar.
  
• Una vez llegados a este punto, cuando ya parece que todos los roles están bien repartidos, es cuando surge la figura más importante de la situación, el héroe que hará que la historia, si se tuerce, acabe con final feliz. Es el portero de balonmano.

Ataviado con sus protes (pues una vez concluída su labor de portero cambiará los papeles por el de catador de bajal), se coloca en lugar estratégico, en esa zona donde es probable que falle la pericia del jinete y haya que marcarse una buena "palomita" para evitar la catástrofe. La concentración es máxima, pues hay un miembro que encomienda el blanco de sus dientes al susodicho...

Y sí, han sido ya varias las veces en la que la labor de este nuestro héroe anónimo, cada vez reencarnado en un rotero aleatorio, ha "parado" valientemente el desastre. Por tanto, merece un aplauso y posterior homenaje por parte de todos. Aunque también he de decir que la figura de este personaje hace que uno se envalentone a veces más de la cuenta, ya que tiene la seguridad de que si la cosa sale mal, allá tendrá manos amigas que le sujetarán, por lo que la cabecita ha de estar centrada en todo momento, apelando a la "gordura" cuando se hace necesario (me paese a mi que si).

Navegando por las fotos roteruelas de cada semana podemos ver que está ahí siempre, impávido ante los peligros que acechan al biker osado, dispuesto a echar esa manita al desvalido, a veces incluso jugándose un poco el tipo. Loable labor la suya, ya lo creo!. También hay algún que otro VÍDEO donde se le ha rendido pleitesía, con la banda sonora de una cantante recientemente fallecida.

Por tanto, sirva esta entrada para recordar a nuestro héroe anónimo: el portero de balonmano. Eres grande, mullallo!!