En el umbral, apenas una puerta de almacén con un cartel que avisa: "Aquí acaba el Estado". Dentro multitud de colores, un conjunto armónico que tratado de manera individualizada sorprende. Desde un grupo de gente con camisa por dentro, hasta camisetas roídas sin mangas que dejan bien abierto los laterales de un punkarra. Lo mismo pasa si nos fijamos con la diversidad de objetos que penden del techo: toda una suerte de jaulas de pájaro con la puerta abierta dejando entrever la palabra libertad en la mente con solo verla, una regadera, ruedas neumáticas, sombreros... hablando de ruedas, bien que vienen para sentarse en corrillo un par de ellas apiladas procedentes de a saber qué tractor amarillo, que es lo que "se lleva ahora".

Pase de diapositivas en una de las paredes, unas escaleras que llevan a algún sitio no prohibido. Dos WC's pintados hasta en la taza del trono. De fondo lo mismo suena Dylan, que cualquier himno de The Cure, los Pistols o la Polla Records. Un crack con los vinilos este Luis, con el que nos vemos mucho por el Maigmó. "Dicen que hoy Fulanito hace una audición", "jodo, la de Menganito de hacer un par de semanas fue bestial!". "Esa me la perdí, pero el conciertillo de mañana de los Popatik Hartzera no me lo pierdo".

Vamos para la barra, que ha empezado la hora feliz hace media hora, justo el tiempo que llevamos saludando a unos y a otros que sin parar nos han ofrecido su vaso de plástico. "Como el domingo termina el Tour de Francia y participamos en la porra, vendremos pronto". "No sé cómo se te ocurre apostar por Bugno!", "porque me cae mal, y si gana por lo menos me llevo la porra". Sacarán un mocho de fregar el suelo y te atarán uno de sus hilillos al dedo, pudiendo con él beberte toda la cerveza de barril que quieras. "Reservaros mañana sábado, pues", nos aconsejan desde el otro lado de la barra.

Volvemos al grupo con media caña, no porque nos la hayamos bebido, sino porque el gentío impide circular bien por los escasos 5 metros que separan el mostrador del futbolín, donde está la peña intentando "tirar" a unos jevis, duros-duros de pelar a ocho bolas la partida.

"Juanako entrem?". Un cuarto de hora nos ha costado, pero la palmada de manos después de ganar en la última bola con todos los caretos mirando ha valido la pena. "Una más y lo dejamos, que mañana rotamos", "¿dónde habéis dicho que vamos?", "por Rincón Bello".

Suenan los Kortatu de fondo, apuras la caña, le metes un izquierdazo, que suena a bola contra el fondo de la madera de la portería, sonrisa, sales por el umbral de esa puerta de almacén, entrando de nuevo al Estado. "Mañana a las 9 en los brungalós". "Allí nos vemos!".