Tenía ganas, el cuerpo me lo pedía, y sentía que la montaña también. El rotero está íntimamente ligado a su monte, y la Mola es una de sus casas, una de sus niñas, con la que le encanta jugar, con la que disfruta trazando sus sendas, deslizándose entre sus rocas. Y, aunque no se puede comparar el tremendo disfrute junto con toda la banda, de vez en cuando se agradece una comunión con la montaña en solitario, escuchando su agradable silencio. Así que, tras unos arreglos de última hora en la Yeti, cayó la tan esperada ilegal. Y con ella unas fotos.