- REFLEXIONES DE UN ROTERO -
"Esta divagación comprende un período que nos sitúa desde comienzos de los 90 y llega hasta el mismo momento en el que se termina su lectura..."
Años felices. Tiempos de gloria en los que la vida te la servían en bandeja. Pero no todo era fácil. También te enseñaban que las cosas cuesta ganárselas y que hay que trabajarlas para tener la satisfacción de poseer algo que es fruto de tu esfuerzo. Y así tuve mi primera bici de montaña: Una Orbea Winner. Demasiado para un niño que las primeras noches no podía dormir, pensando una y otra vez que la "puerta del garage del tío Pepe" no era lo suficientemente sólida para soportar una patada de algún amigo de lo ajeno dispuesto a arrebatar los sueños de un crío. Había observado demasiadas miradas mientras paseaba horas antes con ella por el pueblo, orgulloso de mi trofeo... Una bicicleta con horquilla de suspensión, algo novedoso, sin duda...
A partir de ese día, el tiempo se encargó de avanzar más rápido en su incansable andadura y comenzó una nueva etapa en la vida de unos cuantos amigos. Surgió la Penya el Rot y todos los sábados era el día especial en el que, a lomos de nuestras monturas, con el botellero de medio litro y el bocadillo en el maillot, reíamos y cabalgábamos por nuestros montes, por pista y asfalto. Era una filosofía en la que primaba la diversión, y un anhelo por conocer nuevos rincones sin importar los kilómetros, o si había negro y duro asfalto, o ásperas pistas forestales. Las sendas estaban vetadas a una tribu rígida que no había saboreado aún sus mieles, y que carecía del valor, capacidad, control o medios necesarios para abordarlas. John Tomac y Tinker Juárez estaban en lo más alto, eran nuestros modelos a seguir y EDR, Kona y Klein, entre otras, las dueñas de un mercado que comenzaba su andadura. Tioga, Paioli, Panaracer, Rock Shox eran marcas que ensalzaban el "caché" de una bici y el Solo Bici y Bike, revistas que comprábamos ansiosos a primeros de mes para consultar novedades. El VHS siempre preparado para grabar campeonatos y copas del mundo en EuroSport y la última sección de las revistas, la de compra-venta, ojeada minuciosamente y subrayada en las supuestas "gangas" por un chiquillo con bajo nivel adquisitivo. La vida del estudiante... Carreras, marchas y demás pruebas eran un motivo de "pique" sano entre los miembros: La Romana, Barranc de Caseta, Agost, ciclo-orientación en Novelda, regularidad en Elda...
Y poco a poco la Orbea dejó de ser lo que era para quedarse únicamente en cuadro y cambio: horquilla, ruedas, buje, casete, cubiertas e incluso una temporada de "fanatismo" por el peso: manillares de 132 gr., acoples de 32 gr. cada uno, "gorila" de 24 gr., cierres rápidos de cromoly de 164 gr. el trío completo... Todo para saciar una obsesión pasajera que quitaba más peso del pequeño bolsillo que de la bicicleta en si. Al final, una bicicleta de 12,2 kgr., y un orgullo que ignoraba el derroche. Pero hablamos de la afición de unos jóvenes adolescentes. Una afición SANA. Y eso no tiene precio.
Y llegó la etapa universitaria, quedando la bicicleta aparcada y olvidada en un oscuro rincón, de la que era rescatada tan sólo en verano. El "espíritu rotero" quedó mortalmente herido, jadeante, pero no llegó nunca a expirar. Quedaría en un segundo plano, a sabiendas de que tarde o temprano, la teoría que siempre se cumple, esa que afirma que quien es rotero nunca deja de serlo, volvería a hacernos partícipes de nuevo en nuestra filosofía.
Apareció el carnet del coche, ese gran invento capaz de ampliar la libertad de un adolescente hasta límites insospechados, de abrir nuevos horizontes para el disfrute, nuevas formas de evasión. Y, como la bicicleta cabía en el coche si abatíamos los asientos traseros, comenzó de nuevo a ser una compañera inseparable.
Pero ya, la vieja Orbea, con más de 8000 km. a sus espaldas, pedía un relevo. Cuadro intacto pero componentes exhaustos, holguras, cartuchos hidráulicos reventados, pastillas de freno gastadas... Corrían nuevos tiempos, y con un trabajo como seguro, había dinero para permitirse un capricho. Y llegó la Genius, en una época de indecisión acerca del rumbo a tomar. El mercado iba evolucionando a pasos agigantados y ya se había encargado el marketing de separar la bicicleta de montaña en infinidad de categorías. ¿Qué hacer? ¿Rally, Marathón o Enduro? La Scott era una máquina de Marathón, con un peso contenido y que permitía subir con comodidad y rigidez, a cambio de darte 12 cms. de diversión delante y detrás bajando. Sería la elección apropiada. Compra hecha y de nuevo ansioso por usar la máquina. Mi primo Vicente es el único compañero ocasional. Busquemos más miembros. Llamada a Juan: imposible quedar porque su vida atraviesa una nueva etapa con otra persona a su lado. Llamada al Gotxo: no contesta. Creo que ha cambiado de número. Zambu casado y ¡Esperando una cría! Imposible. Pepe me ve un día por la avenida y contacta conmigo. Él también se ha comprado una nueva burra: Kona Kikapu Deluxe, aunque quedaría aparcada debido a las obras de la casa que le mantenían ocupado de 8 a 8. Encuentro un domingo mientras volvía a casa de salir yo sólo con la bici al Bere por la calle con sus muletas, acompañado de Isa, y me dice: "primo, en un año estaré con bici nueva saliendo contigo". Gran verdad.
Las primeras salidas serían solitarias, con algún que otro encuentro ocasional de sábado con Vicente, que cada vez se hizo más común, hasta que se unió al grupo el Bere, y la idea de reunirnos de nuevo cobró mayor vitalidad. Buenos tiempos se auguraban. El "rotmóvil" con su remolque nos llevaría a descubrir nuevas sendas y trialeras, y el blog abriría a la Penya el Rot sus puertas al mundo, junto con el ForoMTB, conociendo a los riders de la zona que comulgan con nuestra forma de entender el mountain bike. Poco tiempo después, conseguiríamos reunir al resto de miembros hasta llegar a ser quienes somos...
La filosofía de nuestro grupo siempre ha sido la misma, y ha girado en torno a la mera diversión, la amistad y el deporte. Tan sólo han cambiado las bicis, nuestro aspecto y la ropa, aunque si ahondamos en la forma de disfrutar encima de la bicicleta, podemos observar un cambio bastante significativo. Como he estado oyendo en varias ocasiones desde hace unos días, nos estamos "asilvestrando". Cierto. ¿Es un proceso evolutivo en pro de la diversión? Pienso que sí. Pero no va a ser un camino de rosas (como muchos aspectos de nuestra vida, pero no hay nada mejor que romper la monotonía...).
El rotero es, ante todo, y desde siempre, un globero encima de la bici. Su entretenimiento consiste en pasar un buen rato con la burra mientras charlotea con sus compañeros, que a la vez son sus amigos, y disfrutar de un buen almuerzo con risas que comienzan desde la salida hasta la llegada. Y todo ello amenizado con un paisaje que entabla una perfecta simbiosis con el rotero, una relación de mutuo respeto, haciendo que cada ruta sea inolvidable, y también con la elección de sus caminos, que deben de cumplir algunos requisitos, tales como incluir buenas subidas, que supondrán el preludio a unas mejores bajadas. Eso sí, a poder ser por sendas. La diversión del enduro se consigue disfrutando tanto en el ascenso como en el descenso. Pero, eso sí, salvo raras excepciones de ilustres roteros que tienen el don de saber bajar fino (Fran, Bere), el resto sabemos "intentar" dar la trazada y apretar fuertemente los puños del manillar esperando que la horquilla y el amortiguador hagan el resto. Como resultado obtenemos una evolución en torno a bicicletas de doble suspensión, horquillas de mayor recorrido, y, a cambio, una mínima experiencia que vas acumulando cual gota en un vaso para que la próxima trialera sea trazada con mayor perfección.
Y llegamos por fin al punto caliente, al que genera mayor polémica, pero, el punto en el que mayor respeto se ha de tener: el VALOR. Ese impulso que te lleva a decidir si te tiras o no por ahí. Esa vocecita que te ronda por la cabeza cuando te encuentras en una trialera o un paso complicado, y que te dice: "venga, tírate, que eso no es nada. Total, ¿qué puede pasar? ¿Que te caigas? Pues te levantas y punto. A cambio tienes la satisfacción que te produce el ver cómo ganas la batalla a esa malvada trialera". Parece sencillo viéndolo de esta forma. Pero es mucho más complicado. Hay que controlar el orgullo...
Años atrás dábamos más importancia al daño de nuestras máquinas que al nuestro propio. Las reparaciones dolían más a nuestros bolsillos que un moratón o rasguño. Uno prefería caerse antes y que la bici le cayera encima porque a ver de dónde sacabas el dinero para repararla... Pero también es cierto que, a pesar de que una caída a los 18 años no es igual que una a los 30, no bajábamos ni por los mismos sitios ni arriesgábamos tanto. Por otro lado, ahora vamos más protegidos, analizamos la trazada, además de conocer en la gran mayoría de los casos la senda por la que bajamos, lo cual nos otorga cierto grado de confianza y nos hace saber a qué atenernos... Analizando nuestras rutas observo que ráramente sobrepasamos los 50 km/h. Pero está comprobado, que un golpe cayendo a 2 km/h. y por tu propio peso (vulgarmente llamado "a plomo"), trae peores consecuencias. Y, si a todo esto, le añadimos la racha de "mala pata" que estamos teniendo, se crea un ambiente enrarecido de que urge disipar cuanto antes. Tres han sido las caídas más aparatosas, fruto sin duda alguna de la mala suerte.
Queda bien demostrado, a la vista de los acontecimientos, que no influye para nada ni la habilidad encima de la bici, ni las condiciones climatológicas, ni error mecánico... Tan solo MALA PATA. Y mala pata podemos tenerla encima de la bici, en casa, en el trabajo... En cualquier sitio. Y, sinceramente, pasar el día en el sofá no es la solución más lógica (teniendo en cuenta que, aunque en menor grado, también podemos tener allí un accidente). La vida es un reto de supervivencia (entiéndase el verdadero sentido de la frase), y quizá esté hablando alguien demasiado optimista, o quizá quien lo lea pueda pecar de pesimista, o cierto es que desde el punto de vista de quien sufre la lesión, las cosas se ven de otra manera. Pero es algo momentáneo. Somos seres humanos y nos movemos por impulsos. Y cuando uno está magullado, por lo menos en mi caso, agradece de corazón el ver que tus amigos, tus compañeros de fatigas, están ahí para darte todo el apoyo que necesitas y todo aquello que haga falta. Es un aspecto que humaniza aún más al ser humano, y es algo que, dejando a un lado las risas que siempre nos acompañan, une indudablemente a los roteros, los hace una piña. Porque un rotero siempre es rotero. Y punto. Como alguien dijo hace tiempo: "Nadie dijo que el MTB fuera fácil", así que no podemos esperar de él contínuas alegrías. De vez en cuando nos muestra su cara amarga y, como comentamos en nuestra jerga: "el bombo gira con nuestros nombres" en cada bajada. Tan sólo se trata de saber hasta dónde puede llegar uno y, ante todo, no perder el respeto a esa bajada que "parece muy complicada pero me lanzaría al éxito y a las palmaditas en la espalda". No hay ningún éxito. Ni palmaditas. El éxito es el de llegar al final de la rotada y haber disfrutado al máximo todos y cada uno de los kilómetros que hemos trazado. Y llegar todos sin ninguna caída. Y tomarnos la cervecita en el Chacón mientras rememoramos la espléndida mañana endurera que nos hemos pegado. Un revolcón supone un jarro de agua fría, una forma de partir en dos la ruta, un "mal rollo" que respiramos todos y que nos hace abortar la salida. Así que, si no se ve claro, no se baja y no hay más que hablar. Otro día será (si tiene que ser).
Por tanto, mi llamada es a la prudencia y el control sobre la diversión. Y lo dice alguien que no se lo piensa mucho a la hora de tirarse, y que siempre busca llegar "un poquito más lejos". Pero si lo hacemos con cautela, sabiendo donde están nuestros límites, no tiene el por qué salir mal. Eso sí, la mala pata es algo ajeno e inevitable. Si ha de aparecer, lo hará, como he dicho antes, en cualquier sitio y momento de nuestra vida. Sigamos pues, como hasta ahora, disfrutando en comuna con nuestras máquinas, nuestros bocatas y nuestro monte. Que nadie nos quite ese placer que nos brindan las mañanas del sábado. Es todo un honor ser un rotero.
Y poco a poco la Orbea dejó de ser lo que era para quedarse únicamente en cuadro y cambio: horquilla, ruedas, buje, casete, cubiertas e incluso una temporada de "fanatismo" por el peso: manillares de 132 gr., acoples de 32 gr. cada uno, "gorila" de 24 gr., cierres rápidos de cromoly de 164 gr. el trío completo... Todo para saciar una obsesión pasajera que quitaba más peso del pequeño bolsillo que de la bicicleta en si. Al final, una bicicleta de 12,2 kgr., y un orgullo que ignoraba el derroche. Pero hablamos de la afición de unos jóvenes adolescentes. Una afición SANA. Y eso no tiene precio.
Y llegó la etapa universitaria, quedando la bicicleta aparcada y olvidada en un oscuro rincón, de la que era rescatada tan sólo en verano. El "espíritu rotero" quedó mortalmente herido, jadeante, pero no llegó nunca a expirar. Quedaría en un segundo plano, a sabiendas de que tarde o temprano, la teoría que siempre se cumple, esa que afirma que quien es rotero nunca deja de serlo, volvería a hacernos partícipes de nuevo en nuestra filosofía.
Apareció el carnet del coche, ese gran invento capaz de ampliar la libertad de un adolescente hasta límites insospechados, de abrir nuevos horizontes para el disfrute, nuevas formas de evasión. Y, como la bicicleta cabía en el coche si abatíamos los asientos traseros, comenzó de nuevo a ser una compañera inseparable.
Pero ya, la vieja Orbea, con más de 8000 km. a sus espaldas, pedía un relevo. Cuadro intacto pero componentes exhaustos, holguras, cartuchos hidráulicos reventados, pastillas de freno gastadas... Corrían nuevos tiempos, y con un trabajo como seguro, había dinero para permitirse un capricho. Y llegó la Genius, en una época de indecisión acerca del rumbo a tomar. El mercado iba evolucionando a pasos agigantados y ya se había encargado el marketing de separar la bicicleta de montaña en infinidad de categorías. ¿Qué hacer? ¿Rally, Marathón o Enduro? La Scott era una máquina de Marathón, con un peso contenido y que permitía subir con comodidad y rigidez, a cambio de darte 12 cms. de diversión delante y detrás bajando. Sería la elección apropiada. Compra hecha y de nuevo ansioso por usar la máquina. Mi primo Vicente es el único compañero ocasional. Busquemos más miembros. Llamada a Juan: imposible quedar porque su vida atraviesa una nueva etapa con otra persona a su lado. Llamada al Gotxo: no contesta. Creo que ha cambiado de número. Zambu casado y ¡Esperando una cría! Imposible. Pepe me ve un día por la avenida y contacta conmigo. Él también se ha comprado una nueva burra: Kona Kikapu Deluxe, aunque quedaría aparcada debido a las obras de la casa que le mantenían ocupado de 8 a 8. Encuentro un domingo mientras volvía a casa de salir yo sólo con la bici al Bere por la calle con sus muletas, acompañado de Isa, y me dice: "primo, en un año estaré con bici nueva saliendo contigo". Gran verdad.
Las primeras salidas serían solitarias, con algún que otro encuentro ocasional de sábado con Vicente, que cada vez se hizo más común, hasta que se unió al grupo el Bere, y la idea de reunirnos de nuevo cobró mayor vitalidad. Buenos tiempos se auguraban. El "rotmóvil" con su remolque nos llevaría a descubrir nuevas sendas y trialeras, y el blog abriría a la Penya el Rot sus puertas al mundo, junto con el ForoMTB, conociendo a los riders de la zona que comulgan con nuestra forma de entender el mountain bike. Poco tiempo después, conseguiríamos reunir al resto de miembros hasta llegar a ser quienes somos...
La filosofía de nuestro grupo siempre ha sido la misma, y ha girado en torno a la mera diversión, la amistad y el deporte. Tan sólo han cambiado las bicis, nuestro aspecto y la ropa, aunque si ahondamos en la forma de disfrutar encima de la bicicleta, podemos observar un cambio bastante significativo. Como he estado oyendo en varias ocasiones desde hace unos días, nos estamos "asilvestrando". Cierto. ¿Es un proceso evolutivo en pro de la diversión? Pienso que sí. Pero no va a ser un camino de rosas (como muchos aspectos de nuestra vida, pero no hay nada mejor que romper la monotonía...).
El rotero es, ante todo, y desde siempre, un globero encima de la bici. Su entretenimiento consiste en pasar un buen rato con la burra mientras charlotea con sus compañeros, que a la vez son sus amigos, y disfrutar de un buen almuerzo con risas que comienzan desde la salida hasta la llegada. Y todo ello amenizado con un paisaje que entabla una perfecta simbiosis con el rotero, una relación de mutuo respeto, haciendo que cada ruta sea inolvidable, y también con la elección de sus caminos, que deben de cumplir algunos requisitos, tales como incluir buenas subidas, que supondrán el preludio a unas mejores bajadas. Eso sí, a poder ser por sendas. La diversión del enduro se consigue disfrutando tanto en el ascenso como en el descenso. Pero, eso sí, salvo raras excepciones de ilustres roteros que tienen el don de saber bajar fino (Fran, Bere), el resto sabemos "intentar" dar la trazada y apretar fuertemente los puños del manillar esperando que la horquilla y el amortiguador hagan el resto. Como resultado obtenemos una evolución en torno a bicicletas de doble suspensión, horquillas de mayor recorrido, y, a cambio, una mínima experiencia que vas acumulando cual gota en un vaso para que la próxima trialera sea trazada con mayor perfección.
Y llegamos por fin al punto caliente, al que genera mayor polémica, pero, el punto en el que mayor respeto se ha de tener: el VALOR. Ese impulso que te lleva a decidir si te tiras o no por ahí. Esa vocecita que te ronda por la cabeza cuando te encuentras en una trialera o un paso complicado, y que te dice: "venga, tírate, que eso no es nada. Total, ¿qué puede pasar? ¿Que te caigas? Pues te levantas y punto. A cambio tienes la satisfacción que te produce el ver cómo ganas la batalla a esa malvada trialera". Parece sencillo viéndolo de esta forma. Pero es mucho más complicado. Hay que controlar el orgullo...
Años atrás dábamos más importancia al daño de nuestras máquinas que al nuestro propio. Las reparaciones dolían más a nuestros bolsillos que un moratón o rasguño. Uno prefería caerse antes y que la bici le cayera encima porque a ver de dónde sacabas el dinero para repararla... Pero también es cierto que, a pesar de que una caída a los 18 años no es igual que una a los 30, no bajábamos ni por los mismos sitios ni arriesgábamos tanto. Por otro lado, ahora vamos más protegidos, analizamos la trazada, además de conocer en la gran mayoría de los casos la senda por la que bajamos, lo cual nos otorga cierto grado de confianza y nos hace saber a qué atenernos... Analizando nuestras rutas observo que ráramente sobrepasamos los 50 km/h. Pero está comprobado, que un golpe cayendo a 2 km/h. y por tu propio peso (vulgarmente llamado "a plomo"), trae peores consecuencias. Y, si a todo esto, le añadimos la racha de "mala pata" que estamos teniendo, se crea un ambiente enrarecido de que urge disipar cuanto antes. Tres han sido las caídas más aparatosas, fruto sin duda alguna de la mala suerte.
Queda bien demostrado, a la vista de los acontecimientos, que no influye para nada ni la habilidad encima de la bici, ni las condiciones climatológicas, ni error mecánico... Tan solo MALA PATA. Y mala pata podemos tenerla encima de la bici, en casa, en el trabajo... En cualquier sitio. Y, sinceramente, pasar el día en el sofá no es la solución más lógica (teniendo en cuenta que, aunque en menor grado, también podemos tener allí un accidente). La vida es un reto de supervivencia (entiéndase el verdadero sentido de la frase), y quizá esté hablando alguien demasiado optimista, o quizá quien lo lea pueda pecar de pesimista, o cierto es que desde el punto de vista de quien sufre la lesión, las cosas se ven de otra manera. Pero es algo momentáneo. Somos seres humanos y nos movemos por impulsos. Y cuando uno está magullado, por lo menos en mi caso, agradece de corazón el ver que tus amigos, tus compañeros de fatigas, están ahí para darte todo el apoyo que necesitas y todo aquello que haga falta. Es un aspecto que humaniza aún más al ser humano, y es algo que, dejando a un lado las risas que siempre nos acompañan, une indudablemente a los roteros, los hace una piña. Porque un rotero siempre es rotero. Y punto. Como alguien dijo hace tiempo: "Nadie dijo que el MTB fuera fácil", así que no podemos esperar de él contínuas alegrías. De vez en cuando nos muestra su cara amarga y, como comentamos en nuestra jerga: "el bombo gira con nuestros nombres" en cada bajada. Tan sólo se trata de saber hasta dónde puede llegar uno y, ante todo, no perder el respeto a esa bajada que "parece muy complicada pero me lanzaría al éxito y a las palmaditas en la espalda". No hay ningún éxito. Ni palmaditas. El éxito es el de llegar al final de la rotada y haber disfrutado al máximo todos y cada uno de los kilómetros que hemos trazado. Y llegar todos sin ninguna caída. Y tomarnos la cervecita en el Chacón mientras rememoramos la espléndida mañana endurera que nos hemos pegado. Un revolcón supone un jarro de agua fría, una forma de partir en dos la ruta, un "mal rollo" que respiramos todos y que nos hace abortar la salida. Así que, si no se ve claro, no se baja y no hay más que hablar. Otro día será (si tiene que ser).
Por tanto, mi llamada es a la prudencia y el control sobre la diversión. Y lo dice alguien que no se lo piensa mucho a la hora de tirarse, y que siempre busca llegar "un poquito más lejos". Pero si lo hacemos con cautela, sabiendo donde están nuestros límites, no tiene el por qué salir mal. Eso sí, la mala pata es algo ajeno e inevitable. Si ha de aparecer, lo hará, como he dicho antes, en cualquier sitio y momento de nuestra vida. Sigamos pues, como hasta ahora, disfrutando en comuna con nuestras máquinas, nuestros bocatas y nuestro monte. Que nadie nos quite ese placer que nos brindan las mañanas del sábado. Es todo un honor ser un rotero.
...Ni que decir tiene que se trata de una mera opinión. No ha sido hecha para ofender a nadie ni pretender justificar algo o criticarlo. Simplemente es un punto de vista...
ResponderEliminarSe entiede perfectamete!!!!. Ademas, creo que es un tema, que por lo menos por mi parte, ya he hablado/comentado alguna vez con mas de uno de vosotros.
ResponderEliminarY lo dice el mas "cagao" de todos al bajar.
Yo creo que también se entiende a la perfección lo que has querido decir.
ResponderEliminarPor cierto... tiene pensado salir alguien mañana?? es que veo esto un poco paraillo hoy...
Me parece a mi que mañana necesitais pico y pala para poder ir en bici.
ResponderEliminarJoer!!!, como cae otra vez..... Y lo peor de todo es que el tiempo esta bien enganchadito.
ya ya... pero ha empezao a llover despues de poner yo el comentario, por que vamos, con este plan dudo que mañana toque la bici... porque para mañana da mas lluvias...
ResponderEliminarMe parece a mi que vosotros la carrera tampoco la haceis
Señoritas, yo mañana me levanto miro al cielo y si no se me empañan las gafas ni me caga una paloma de parque, me enfundo el traje de romano y me echo al monte como los maquis!!! El que quiera seguirme que se venga.
ResponderEliminarSi se me empañan las gafas o me caga una paloma de parque, me piro pal bar y me pego un almuerzo de esos de subidón de colesterol ipso facto, el que quiera seguirme que se venga.
Quién dijo miedo??
Bona nit!.Con la de agua que ha caido,mañana me quedo en casa.Lo del almuerzo,no pinta mal.
ResponderEliminarMariquita!!! juas juas
ResponderEliminarPor cierto Jose,me ha gustado mucho tu reflexion.
ResponderEliminarSeguid asi.
Jose, lo has bordado tron. De verdad. Tremendo repaso te has pegao... gracias!
ResponderEliminarEn cuanto a lo último, que cada uno se pruebe a sí mismo, yo personalmente creo que jamás he disfrutado tanto de la bici como lo estoy haciendo ahora, ni jamás pensé que podía hacer lo que hago ahora.
Lo bueno de todo, es que no se fuerzan situaciones dentro del grupo, esa es la clave para generar autoconfianza.
Mi última caída me dolió, pero menos que la penúltima...
Riba riba sempre!!