SUEÑOS DE VERANO.
"Algún día empezaré a conocer estas montañas", me autoordenaba a mi mismo mientras se ponía aquel sol ya lejano en el tiempo, un domingo cualquiera de verano, al borde mismo de un pilón de obra blanco, tan típico de los puertos y collados hollados por carreteras secundarias.
Nuevamente, una temporada más se abre en forma de vacaciones laborales, que no de "descanso". Y nuevamente, deseos y anhelos en forma de horizontes montañosos. La verdad, es que como en casi todo en la vida, muchos de esos desvelos o requerimientos se quedan durmiendo el sueño de los dulces, por motivos varios, así que me he prometido a mi mismo no hacerme demasiadas objeciones, ni señalar tanto el calendario. Seguro que así disfruto cada segundo al aire libre, y cada metro de desnivel acumulado, ya no en piernas y brazos, sino en la maltrecha cocorota de uno mismo.
Casi da rollo decirlos en la intimidación pública de internet, por miedo a que una vez más se vean incumplidos, así que quizá mejor decir que hablan de sensación de humedad al atravesar pasajes umbríos, entre ruidos de rápidos barrancos con agua. De vegetación a tope de cobertura, a saborear fresca agua de manantial sobre la hierba corta, con vistas pétreas y un telón azul de fondo, que a tal altura se ve redondo, como la Tierra misma. Surcar despierto senderos rápidos entre millones de piedrecitas diminutas que facilitan la labor entre desprendimientos colosales. Crestear, empezando a bajar sinitiendo la mochila en la espalda y el mundo a tus pies, bajando, bajando, y bajando... sentir fresco el chapuzón repentido en la poza, que parecía estar esperándote desesperada de tanto pensar "este tío parece que no viene este año a verme", y circunpedalear un pantano quieto, con forma de remanso acuático tendido sobre un escenario compuesto por vigorosas montañas.
Nada como la amargor de una cerveza al caer la tarde, aún flipando por el voltio vespertino de hace apenas un momento. Casi uno se sorprende a sí mismo más feliz de lo habitual, y se ve como más sociable entre la gente, hasta se diría que el pico sobre el que estabas encima hace un rato tienen más significado, y ves la cotidianeidad con mejores ojos.
Casi parece un sueño, una exageración, viendo el implacable Lorenzo y cómo sufre el esparto de ahí afuera. Pero te diría que no, o mejor aún, que te subas un día para comprobarlo por ti mismo.
Nuevamente, una temporada más se abre en forma de vacaciones laborales, que no de "descanso". Y nuevamente, deseos y anhelos en forma de horizontes montañosos. La verdad, es que como en casi todo en la vida, muchos de esos desvelos o requerimientos se quedan durmiendo el sueño de los dulces, por motivos varios, así que me he prometido a mi mismo no hacerme demasiadas objeciones, ni señalar tanto el calendario. Seguro que así disfruto cada segundo al aire libre, y cada metro de desnivel acumulado, ya no en piernas y brazos, sino en la maltrecha cocorota de uno mismo.
Casi da rollo decirlos en la intimidación pública de internet, por miedo a que una vez más se vean incumplidos, así que quizá mejor decir que hablan de sensación de humedad al atravesar pasajes umbríos, entre ruidos de rápidos barrancos con agua. De vegetación a tope de cobertura, a saborear fresca agua de manantial sobre la hierba corta, con vistas pétreas y un telón azul de fondo, que a tal altura se ve redondo, como la Tierra misma. Surcar despierto senderos rápidos entre millones de piedrecitas diminutas que facilitan la labor entre desprendimientos colosales. Crestear, empezando a bajar sinitiendo la mochila en la espalda y el mundo a tus pies, bajando, bajando, y bajando... sentir fresco el chapuzón repentido en la poza, que parecía estar esperándote desesperada de tanto pensar "este tío parece que no viene este año a verme", y circunpedalear un pantano quieto, con forma de remanso acuático tendido sobre un escenario compuesto por vigorosas montañas.
Nada como la amargor de una cerveza al caer la tarde, aún flipando por el voltio vespertino de hace apenas un momento. Casi uno se sorprende a sí mismo más feliz de lo habitual, y se ve como más sociable entre la gente, hasta se diría que el pico sobre el que estabas encima hace un rato tienen más significado, y ves la cotidianeidad con mejores ojos.
Casi parece un sueño, una exageración, viendo el implacable Lorenzo y cómo sufre el esparto de ahí afuera. Pero te diría que no, o mejor aún, que te subas un día para comprobarlo por ti mismo.
Madre mía Vicente, me viene al pelo tu divagación para irme con tus palabras...
ResponderEliminarTienes razón: "Algún día empezaré a conocer estas montañas", las de aquí o las de allá... mañana empiezo a conocer otras paisajes, otras sendas, otros pasos, otro rios...
Un abrazo y nos vemos pronto!
...Así funciona el coco rotero, si señor!
ResponderEliminarGran divagancia, secreZ. Esas tardes de verano, con el verano que estamos teniendo, son miel para los labios.
Deberíamos aprovechar más aún esta tregua veraniega, pues agosto lo han dado igual o más fresco que julio.
Me alegro Tino, estoy seguro que va a ser una GRAN experiencia para vosotros. Disfrutadlo, y no te comas el coco con los infortunios si se presentan, pues seguro que se resuelven sin estrés.
ResponderEliminarUn abrazo.
Josele, yo sé que a ti va eso de aprovechar el momento, así que tu careto se me aparece en sueños cada vez que me pongo a maquinar algo.
Cuenta conmigo pa lo que sea y me cuadre. ;)
Como siempre, genial!
ResponderEliminarSaludos a todos ;-)
Nos vemos en septiembre por lo que me han contado ¿no Pacolo?
ResponderEliminarSaludos primo.
17 o 24?
ResponderEliminarruls!!