No defraudó. Biar nunca defrauda, y tras tres años casi sin pisar aquella montaña, todo seguía prácticamente igual. A pesar del duro año de sequía que está reinando en la comarca, la montaña aisla cualquier proyecto de nube y la absorbe, cuidando así de su vegetación.

El sábado, todo tipo de matorral con el que te topabas estaba mojado, e incluso los pinos, ante el movimiento del aire, dejaban caer gotas de agua. El bosque de la Fontanella, pletórico, desafiante a la falta de lluvias, nos mostraba todo su verde, y desde su cresta, observábamos un horizonte con nubes bajas sencillamente espectacular.

No hubo tiempo para la investiganda, pero queda un track trazado para sacarle punta, pues nos dejamos "deberes" para casa. La próxima, más y mejor. Pero este sábado, fue, de postal.