La siesta, esa palabra tan de nuestra tierra, que ha sido de las pocas que hemos exportado al extranjero, tiene en el seno rotero un significado especial y un tanto distinto.

Si ya de primeras nos diferenciamos un tanto del resto de grupos bikers en cuanto al almuerzo se refiere (véase como referencia bibliográfica de apoyo la primera publicación sobre la gastrotnomía rotera), también es cierto que cumplimos, en momentos puntuales, el ritual del descanso o siesta, que bien agradecen no sólo nuestros gaznates y panza, preparando sus jugos y demás pócimas para hacer frente al aluvión de calorías y lorza viva que hemos ingerido, sino también las maltrechas piernas a las que sometemos, en determinadas ocasiones, pateadas infernales y subidas trialerísticas de muy variada índole.

Pero últimamente el rotero se ha convertido en un yuppie del monte, un personaje peculiar que ha sucumbido al stress de nuestros días que nos hace llevar una semana laboral de frenético nivel, y ha descuidado labores tan esenciales para la salud del grupeto como lo es esta loable costumbre. Y, señores, la rotada del sábado es, entre otras cosas, una mañana de asueto en el monte con los colegas, una fuente poderosísima de endorfinas y serotonina a chorretones que busca cargar las pilas a los susodichos para afrontar una nueva semana laboral, así es que lanzo un llamamiento a la manada para que tratemos de tomar con más calma las rotadas. Disfrutaremos más, veremos la vida del color del carmesí y sonreiremos cual Joker delante de Batman. Demos un giro al potenciómetro de la vida real y ralenticemos el ritmo. Saldremos ganando y nos chinaremos menos.  Éxito más que garantizado.

Y, bueno, como trato de transmitir, tomemos un buen descanso tras la almorzanda, riamos como antaño y tendremos asegurada una buena digestión y posterior ingesta de yolos con la clase que merecemos.

Salut, rotero!