Somos seres capaces de dejar a un lado la realidad del día a día, recorrer muchos kilómetros de carretera hasta llegar a un punto de encuentro, previa charleta, abrazos de oso, cervezas, buen viandaje, dormir lo justo, subir al portabicis, bajar del portabicis y arrear.

Eso pasó este finde con el amigo Arturo. Huelga decir que a estas alturas, meterse en harina con él, con la confianza y amistad por bandera, hace olvidar la mala forma, la rampa dura, la falta de vistas panorámicas por el polvo en suspensión, el olvidarse los bocatas en el frigo, y pasa a destacarse lo bonito de un paisaje, el ruido de un buje que rueda, la visión, el alucine ante un prodigio de cava, el coronar una cima llena de leyenda, echarse una siesta rotera y arrancarse esa sonrisa ante bajadas duras y bellas. 

Pasa a destacarse la búsqueda de la felicidad, la búsqueda de la libertad, y el reencuentro de la amistad. Ciclismo de montaña bien entendido, vaya.

PD: Agradecidos estamos al bueno del Xore por pasar track, pensamos que el vasco y el navarro le dieron el toque final creando una ruta bibocata muy pintona.