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miércoles, 9 de septiembre de 2015

MAIGMÓ: CLÁSICO DEL VERANO ROTERO

Los últimos días de julio siempre resultan un tanto revueltos dentro del panorama rotero. Con la perspectiva de las vacances a la vuelta de la esquina, el rebaño procura ir poniéndose a tono para próximas convocandas por terreno serio.

Y en ésas, llega una cita ineludible: el ascenso y posterior descenso al Maigmó. Todo un clásico del verano rotero, con todos los ingredientes que un buen aficionado al ciclismontañés busca. Buena subida por bosque tupido con gloriosos tramos de sendero, porteo de los que se agarran, una sensación de pico brutal al culminar arriba, un entorno mucho más imponente de lo que a priori pueda parecer desde abajo, y cómo no, un final a mesa puesta que te deja bien preparado para irte a dormir.

Con semejante panorama, se comprende que la maigmonada rotera haya ido desplazando poco a poco a otros eventos erótico-festivos de antaño, como la Maxibirronxe al Sit, y ha generado un conjunto de adeptos fijos a esta cita ineludible en el calendario ribarribista.


Dichos adeptos se caracterizan por arquear una ceja, fijar una misteriosa sonrisilla tonta en el careto en los días previos al evento, una terrible sensación de necesidad por poner el biciclo a punto para que todo esté en su sitio, y una elevada y anormal dosis de verdura y ensalada enchufada al cuerpo, para favorecer la ingesta de proteínas cárnicas esa noche.

La edición 2015 de la maigmonada rotera fue sencillamente espectacular. A sus pies nos citamos 5 yonkis del pedal, y poco a poco con la paciencia por bandera, fuimos ganando metros a través del boscazo que caracteriza esta montaña, y que para gran gusto de los presentes, rezumaba un efervescente aroma a tormentones previos. Poco a poco, nos encaramamos hacia el Balcón de Alicante donde cambia el signo del partido. A partir de aquí pasas a ser tú quien sostiene en la chepa o el hombro a la bici, durante un porteo durillo que dura algo menos de una hora para ganar 300 de desnivel.


Pero aquí fue, hamijos y hamijas, donde el Maigmó nos llevó en volandas. La montaña se vistió de nimboestratos, cumulonimbus y txungolunimbus, negando sus prodigiosas vistas al mar, pero dándole ese toque misterioso que solamente proporcionan las mejores umbrías y las mejores brumas montanas.

Es muy habitual toparse con el nieblazo en esta montaña, y más en esas tardes de levante marino a poca tarde, pero entre lo llovido previamente, y el ir y venir de ráfagas de nieblina, nos regalaron a los sentidos una ascensión muy bonita. Casi inolvidable diría yo.


El momento pico fue como siempre, sensacional. Y es que uno no se cansa de ver cómo en fila de uno, saltan ciclistas y bicis el efímero pero con más muelte que molongo pasito final a la cumbre. Allí a 1296 mts y a tiro-japo del mar, uno fluye, flota, evade sus preocupaciones y se deja llevar entre el tordismo del rebaño. Tal fue el refinamiento de la pituitaria, y tan cerca tuvimos el cielo, que acertamos a descubrir la marca del gallumbo de San Pedro, y supimos por fin, a qué huelen las nubes. Jrandioso.

Pero no era tiempo para Rototomerías, y hubo que mirar hacia el fondo de la nube, más baja que nuestras ruedas supertackys, y con el cagalló assomant digno de toda gran jajabajal que se precie, y el “aguanta los machos que te queda todo el verano”, besamos las manetas de los frenos y enfilamos hacia el precipucio. Primo hermano de los acantilados judíos. Digo jodíos.


En ese pedazo de roca cada cual hace la mili como buenamente puede. Puedes reconocer tu falta de talento y a la escaramuza siguiente pegarte en el pecho por lo bien que lo he hecho. Abrazarte a un congénere mientras tus piernas tiemblan todavía, intentar admirar el paisaje con un giro de cabeza que puede acabar con premio... indeseado, y todo, todo, entre el gozo que otorga solamente el saber que estás descendiendo una montaña. 

¿Comprendes lo que te digo?


Antes de llegar al collado del Balcón de Alicante, ya no veíamos nada. La luna no había salido aún, pero la espesura de la niebla y la del bosque impedían siquiera sacar el objetivo de la cámara sin empañarse.

El reagrupamiento de los cinco se terminó dando paso a un rapidísimo tramo de sendero de los que quitan el hipo. Y no los quitó, pero no el sendero, sino el par de truenos que dejaron su sello en la cara Norte del Maigmó y que nos hizo enfilar como alma que lleva el diablo hacia el fondo del valle.

Allí nos esperaba un congénere más, que ni dio pedales ni los porteó, pero que estaba igual de hambriento que nosotros, y hubo que atacar uno detrás de otro, cuantos platos de cosas buenas nos pusieron delante.

El año que viene más. Hasta entonces, de momento cuando paso cerca del Maigmó... me coge la risa tonta y arqueo una ceja.

Aúpale, que no tiene ná.

8 comentarios:

  1. Tele-transportación TOTAL!!!

    Ultra-ganazas de ver las fotangas!!

    Crónica cañera, cosíiiiiiiii!!! Tírali!!!!

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  2. Me declaro fan incondicional de esta cita veraniega. Solo la mueeeelte impedirá que me una a vosotros en futuras convocatorias. Una gozada estar en la cima con todo el espectaculo de nubes a nuestros pies. Buena lectura de mañana me has dejado Vicente. Bravo!!!

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  3. Gracias bonicos.

    Vuestras palabras dan vida a éste nuestro blog.

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  4. Las fotos solamente falta colgarlas al Gugelplus y meter la entrada.

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  5. Vicent, qué gustazo da ver tus fotos y leer tus crónicas, algo tendrás que hacer rematadamente mal para compensar porque menudo arte tienes !!! Riba, riba !!!

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  6. Muchas gracias compadres por pasar, leer y comentar.
    Carlos hago muchísimas cosas mal no, FATAL!!!!!

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