Sin duda alguna, la rotada del sábado fue una de esas que se te quedan grabadas a fuego en el coco, de las que no olvidas nunca, de las que salen a relucir en cualquier momento, en unas birras, enmediolmonte, o donde sea. Y no por haber ido todos los roteros, ni por haber disfrutado de unos paisajazos brutales, o porque nos hiciera un tiempazo primaveral, no.... Sino porque, a pesar de la ventisca, la lluvia y el mayor de los enemigos del rotero, el barro, en los momentos más críticos, esos 5 roteros que por allí andaban se reían más que nunca y sacaban el jugo a una rotada totalmente sacrificada, empapada y embadurnada de pura arcilla. Dolor y sufrimiento mezclado con risas que lo curan todo. Si señores, lo curan y además te inyectan esa dulce droga que te impulsa a necesitar volver a rotar de nuevo.

Aquí van las pocas fotos que pude hacer antes de que se liara parda.