Ni sé cómo me metí en ella ni sé salir. En esta rueda, digo. Hace semanas que ando con el carácter agriado, que las personas me parecen figuras que no quieren más que tomarme el pelo, que todo sube menos los sueldos, que el mundo es un pañuelo, con el que primero te suenas, y después lo tiras.

Salgo de un sitio que me tiene atrapado, donde el aire que se respira es compartido por cientos de personas. No huelo a tomillo aunque parece que ha llovido.

Salgo de este submundo y miro a ese pedrusco coronado por una ensalada de antenas que curiosamente, nos mantienen comunicados, aunque estemos dentro del sitio del que huyo, uno en cada punta.

Pues sí, llueve. Huele a campo de aquí, que no sabría explicarte, como mezcla de hinojo y a tarde buscando caracoles. Las nubes se entrecortan, el futuro es tan negro como lo que debe estar cayendo ahora en la Marina.

Debo entrar... espera! un momento, déjame mirar esa roca una vez más. Sí, alcanzo a ver la silueta de una trialera mojada, ahora recuerdo, yo salía en bici, sí... esa trialera a esa altura, zas zas, golpe de manillar y... gloria bendita!

Voy, voy, espera que coja aire... ya entro...