
Lo cierto es que este mundo no hay quien lo entienda. El genio que lo puso a rodar se debe estar partiendo el pecho de risa de vernos hacer tanta payasada. Uno se levanta sin saber que mientras duerme, el contador de la hipoteca, de la comunidad de vecinos, del seguro del coche, de tu última tijapija... no para por mucho que estuvieses soñando que bajabas la arruisenda.
Mendrugo que es uno, se levanta mecánicamente, como absorbido. Sales a la calle como ensimismado, pensativo y taciturno. Tu "bon dia" matutino es rutinario, obedeces a una suerte de lógica que en esos momentos del día, no alcanzas a comprender. Y así, gira sin descanso el disco de dos o tres manecillas, inmiscuido en tus quehaceres diarios, moviendo hilos, gestionando con más o menos gusto, con más o menos disgusto, tu destino y el de mucha gente. Aunque no lo sepas.
Y pensaba yo, metido en esta vorágine tempestiva, si no andamos todos un poco locos. Y mientras pensaba éso esperaba en una esquina, justo en el Carrer la Pau de Valencia. Y justo entonces recordé con los pelos de punta, que hace poco más de un año pasábamos por allí a golpe de pedal 6.000 bicis de manera reivindicativa. "Fotre" pensé al darme cuenta, ¡¡si es que no parecía ni la misma calle!!. En ese momento, sumida en una tarde de invierno, comprobé que aunque fuese siquiera por un momento, aquella marea de 12.000 ruedas consiguió dignificar el asfalto que mientras esperaba estaba siendo asediado por autobuses rojos, jubilados que paseaban, estudiantes con carpetas, bolsas en el suelo... y alguna bici urbana, por qué no reconocerlo.
Y me vi, a kilómetros de casa, entumecido por el relente de la tarde, esperando, metido en esta rueda que no para. Y pensé, que esta locura de vida, llena de gazapos que los carga el diablo, llena de obligaciones para subsistir, desaparece como de inmediato en el momento empiezas a deslizarte por ese hilillo de tierra y rocas de dos palmos de ancho. Y sientes el viento, lo podrías hasta oler aunque no sea posible, de tan metido en el ambiente como estás cuando te deslizas, ladera abajo, con tu bici de montaña. Inexplicable para quien no lo haya probado nunca.
Pero también pensé, mientras seguía en la esquina, que si parase a ese que viene de frente encendiendo un cigarrillo para intentar explicarle por dónde estaba ayer tarde con mi bici y mis amigos, ajenos a todo, no sé si me comprendería. Ni de lejos se imaginaría las miles de sensaciones que por dentro de mi fluían mientras mis cubiertas avanzaban por entre las rocas. A todo lo más, entre dos caladas, habría acertado a decir "estás loco"...
"Sí, lo estoy... pero para poder estar cuerdo"...
Hubiese quizá, contestado.